¡Ayúdame Maestra!

El 100% de mis pacientes llegan a consulta por presentar fobias, ansiedad, angustia, miedo, pesadillas, fantasías suicidas, problemas en su aprendizaje, etc. El 93% de ellos, debido al bullying escolar.

La vida y la salud emocional de nuestros niños está en peligro cuando caen en situaciones de este tipo, que pueden marcar su existencia entera. Es un problema que a nivel mundial se está presentando y que pareciera que no tiene posibilidad de erradicarse. Sin embargo, yo creo firmemente que si podemos hacer mucho. 

Para mí esto es un problema de adultos y por lo tanto somos los adultos los llamados a actuar con firmeza, claridad, amor y seguridad. Mientras tengamos padres y docentes sanos, podremos luchar contra el flagelo social y tecnológico que está insensibilizando nuestra especie y asegurar una generación de relevo más fraterna.

Mi experiencia manejando niños neurotípicos y también con necesidades especiales, integrados perfectamente, me permite compartir con ustedes cuatro pasos fundamentales que nos llevarán a alcanzar el éxito.

  1. Sensibilizar a los docentes y padres
  2. Prevenir enseñando principios éticos y educando desde el amor
  3. Intervenir inmediatamente que se observa la conducta inadecuada
  4. Tumbar barreras

Preocupa muchísimo ver como los adultos están propiciando el maltrato. Los padres desde los hogares o inmiscuyéndose en los asuntos de la escuela; y los docentes cansados, asustados, mal preparados y con historias de vida muy complicadas.

En el aula no hay respuestas contundentes ante el maltrato porque se teme violentar los derechos de los muchachos. Eso significa que la confusión ante este tema es muy profunda y necesitamos aclarar, crecer en autoestima, empoderarnos de nuestro role de docentes, poner límites y trabajar en nuestra propia sensibilidad.

Los padres tienen la responsabilidad de PREVENIR en el hogar y los docentes han de entender que es dentro del aula, donde se RESUELVE el problema. Por lo tanto, es necesario:

Trabajar en la propia sensibilidad. El docente debe asumir y estar abierto al cambio, a darse permiso para modificar y aprender, asumiendo el reto personal de Atender, Aceptar Y Contener.

Y es desde allí, desde su nuevo ser sensible, como podrá enseñar, formar, guiar y vivir, junto a sus alumnos, la bellísima labor preventiva que despertará conciencias y nos acercará a la dignidad y la fraternidad. Esta prevención consiste en formar en principios éticos desde un ambiente de seguridad, confianza, apoyo y colaboración. Las aulas han de ser espacios para que los niños se sientan felices, seguros y apoyados y esto podremos lograrlo si enseñamos a:

  1. No hacer daño a ningún ser vivo con pensamientos, palabras y acciones
  2. Mantener un habla útil, noble y honesta
  3. No tomar lo que no nos ha sido dado
  4. No intoxicarnos con lo que comemos, bebemos, vemos, escuchamos y las relaciones interpersonales que escogemos.

Estos preceptos éticos deben ser enseñados teóricamente y usarse en la dinámica diaria. El docente debe ser ejemplo, primeramente, y luego el guía que intervenga certeramente en el instante en que se presente la conducta inadecuada, enfrentando la emoción que aflora durante el hecho y haciéndole ver a las partes, el malestar que produce y la necesidad de atender para no repetir el daño causado.

Es importante también que los niños experimenten las consecuencias de sus acciones: Pedir disculpas, tiempo fuera, resarcir el daño, comprometerse a no repetirlo, colaborar con su compañero agredido, etc.  Y por supuesto, es sumamente importante, que los espectadores manifiesten su malestar, asuman una postura acorde a los preceptos éticos enseñados y mostrar al agresor, con respeto y firmeza, su desacuerdo.

Reúna también a sus representantes. Enséñeles igualmente dichos preceptos y pida que en el hogar también se pongan en práctica. Trabajando en equipo y con congruencia, la meta se alcanzará con mayor rapidez. Si necesita ayuda especializada, en los padres también conseguirá buenos aliados.

El cuarto punto es muy importante también. Los docentes tienen una enorme responsabilidad de tumbar los obstáculos que encuentran en el camino:

  1. Entender que todos tenemos derecho a relaciones humanas dignas y amorosas y abrir espacios para atender, desde el amor, las necesidades de sus alumnos. Además de aprender las materias instrumentales los muchachos necesitan: Respeto, seguridad, caricias, juego, comunicación, compañía, empatía, aceptación, tiempo, amigos, congruencia, sinceridad, confianza, tolerancia,      paciencia, flexibilidad, alternativas, comprensión, aplausos, límites y diversión.

Si estas necesidades están cubiertas, los objetivos escolares florecerán con más rapidez y armonía. Primero que sean felices, luego leer y escribir será un paseo.

2. Suelte sus prejuicios. Dele paso a la atención consciente y al presente, actuando con seguridad y sin miedo mientras su objetivo sea honesto, amoroso y fraterno.

3. Atrévase a asumir nuevos retos. Estudie, investigue, aprenda y permita que sus muchachos le enseñen. Ellos son nuestros mejores maestros.

4. Luche contra el cansancio y la desmotivación. Las condiciones de nuestra profesión no son las mejores, pero si tenemos una actitud de aceptación incondicional y de sacar de nosotros lo mejor, nos contactaremos con nuestra inconmensurable misión de servicio, la que nuestro Señor Jesús nos encomendó, y nuestro ser reaccionará con energía, ilusión, alegría y deseos de hacer y ser cada día mejores.

5. ¡Cuidado con el uso del celular! Esta es una barrera muy triste y difícil de saltar. Los niños están entendiendo que, para su maestra, el teléfono es más importante que ellos mismos. Déjelo dentro de su cartera, lejos de su vista y de los muchachos. Enfrente la adicción que ya existe y que no le permite funcionar sin él y contactese con el presente, con la emoción, con la alegría de ser usted quien define y moldea el futuro exitoso de las generaciones de relevo.

El bullying dentro del aula es responsabilidad de los docentes. En el hogar de los padres, en la escuela del personal directivo y de orientación y en la consulta, del terapeuta. Hagamos equipo y lo lograremos.

¡Ayúdame Maestra!