Servir

Haciendo un sondeo entre adultos acerca de lo que significa el término servicio, encontré respuestas que hacen énfasis en lo económico. Con orgullo expresaron: “satisfacer al cliente”. “ofrecer un producto de calidad a otros”, “atender al consumidor “, etc. Entré en internet y también, el enorme bagaje informativo, se enfoca mucho más en el intercambio entre personas con un interés de ganancia para unos y otros.

Si embargo yo quisiera enfocarme en el “servir” a otros desde el punto de vista fraterno y espiritual.  Y aquí por supuesto los libros de consulta por excelencia son la Biblia, el Tao, el Tanaj, el Corán, La Tora, los cuales tienen plasmada la historia espiritual de esta humanidad y las recomendaciones que nos pueden liberar de tanto sufrimiento.

El maestro Jesús fue el servidor por excelencia. Nos enseñó la importancia de servir a los que sufren, los desprovistos, los tratados injustamente, los enfermos, los excluidos, haciendo énfasis en que seremos grandes en la medida en que nos hagamos pequeños servidores de nuestro prójimo, tratándolos como a nosotros mismos.

Servir entonces implica renunciar para donar, porque se prescinde de cualquier otro provecho que no sea la satisfacción profunda que se siente de poder ayudar. De lo contrario estaríamos hablando de una transacción. Servir es una acción gratuita que nace del sentir responsabilidad por el otro, deseos de dar y apoyar.

Por lo general en el hogar, los padres sirven a sus hijos porque los aman y sienten la necesidad de saberlos bien, proveídos, seguros y contentos. Sin embargo, en muchas oportunidades, estamos cayendo en un exceso que desvirtúa el sentido del servicio. Caemos en el error de informarle a los hijos que tenemos la obligación de atenderlos y sacamos de la ecuación al amor. Los muchachos crecen creyendo que merecen absolutamente todo aquello que piden, por el simple hecho de ser los hijos. Allí empiezan los adultos a convertirse en proveedores, más que en dadores amorosos y aquí se enrolla el papagayo.

Olvidamos enseñar a los niños desde pequeños que es importante que aporten su cuota de participación en la dinámica familiar. Los atendemos en absolutamente todo lo que tiene que ver con ellos, sin pedirles colaboración y eso les impide desarrollar sensibilidad. De esta manera, los entrenamos para que sean exigentes, voluntariosos, groseros, con muy bajo nivel de tolerancia a la frustración, muy difíciles de manejar y de integrarse con alegría a sus espacios familiares y comunitarios.

El servicio entonces se convierte en un concepto completamente surrealista pues solo comprenden un lado del término: el de ser servidos y cuando no se puede concretar, tenemos frente a nosotros reacciones duras, groseras, tristes que nos llevan a la desesperación. En estos días escuchaba a una madre decir: “me gustaría desaparecer, ya no soporto el maltrato de mi hijo”

A los niños desde pequeños hay que enseñarlos a dar y créame que no es difícil. Es necesario guiarlos dándoles pautas claras y sencillas: “pon la mesa por favor”, “Ayúdame a cargar las bolsas del supermercado”, “Es importante que recojas tus pertenencias”, “vamos juntos a preparar las arepas”, etc. Pídales servir la mesa, fregar la losa, estar pendientes de las necesidades de los abuelos, llevarles lo que necesiten, acompañarlos, escucharlos, etc. Que entiendan que mamá y papá se cansan, sienten tristeza y dolor de vez en cuando y que es allí en donde más se necesita que ellos sean sensibles y capaces de apoyar.

En muchas familias hay mascotas que literalmente son de ellos, pero que jamás atienden y los adultos, en lugar de actuar exigiendo que esa responsabilidad se cumpla por el bienestar de ese ser vivo indefenso, prefieren tomar la responsabilidad para ellos, llenándose de stress por el exceso que a diario les toca atender, mientras que los hijos están atrapados en las redes sociales, entrenándose en la insensibilidad y la adicción.

¡No se imaginan cuánto puede ahorrarse en tiempo, recursos, tristeza y angustia si enseña a sus hijos desde pequeños a ser sensibles! De no hacerlo, cuando pisen la adolescencia vendrá un huracán de ira, desconcierto, frustración y tristeza, difícil de manejar.

Servir a otros nos ayuda a crecer, sanar, estar contentos. Dar de nosotros mismos nos causa gran satisfacción porque cuando ayudamos a otros nos reparamos a nosotros mismos y nos permite entrenarnos en la sensibilidad. Mientras más servimos más queremos hacerlo, pues crecemos espiritualmente y es una sensación muy gratificante, donde no se escatima y sale de nosotros de manera espontánea.

Enséñeles a sus hijos a “honrad a su padre y a su madre, para que les vaya bien y tengan larga vida sobre la tierra” Efesios 6:1-4. Esto es particularmente muy necesario en estos tiempos, porque la falta de respeto y la ira que los muchachos están depositando en sus padres, es enorme. Hemos perdido el camino. Dejamos que los hijos se expresen hacia nosotros como jamás nos lo permitieron a nosotros, olvidando poner los límites y sin abrir espacios para la reciprocidad.

Una vez que sembremos la virtud del servicio en el corazón de los niños, esta se convierte en algo muy espontaneo y de fácil entrega, de esta manera podrán proyectarlo en todos los ambientes en los cuales se desenvuelven. Estarán alerta a su entorno y las respuestas serán rápidas, seguras y alegres. No importa la edad que tengan, actuarán en consecuencia. Lucas tiene 7 años y se apresura a recoger aquello que se cae de la mesa sin que nadie se lo pida. Manuela tiene 8 y se mete debajo de la mesa de trabajo para ayudar a su compañero autista que tiene miedo de salir. Isabella tiene 9 y se para rápidamente a abrazar a quien está pasando un mal rato. Gianluca tiene 8 y no escatima en ofrecer palabras bellas a sus compañeros. Y así, todos podrán también regalar en casa un poco de su solidaridad sin que esto represente un esfuerzo, siempre y cuando usted se lo enseñe.

Muchas veces me preguntan cómo hacer para que esto se cristalice. Primeramente, es necesario enseñar principio éticos y que se vivan verdaderamente en casa, luego hay que pedirles a los niños que actúen y abrir espacios para que los demás, acepten con alegría y tranquilidad lo que se les da. Muchos padres se sienten culpables si es el niño quien les sirve en la mesa, o friega la losa, o colabora en la dinámica diaria del hogar.

Cambie el mensaje de que usted tiene la “obligación” de atenderlos a ellos, por el que usted lo hace porque lo “ama”.  Así dejará de ser percibido como un proveedor de servicios y pasará a ser el padre sensible que lo trajo al mundo y que lo ama, esperando ser también amado y respetado.

¿Qué mas podemos hacer para sensibilizarlos hacia el servicio? Hechos concretos y muy tangibles, además de divertidos:

Pídale que ayude a los más pequeños en sus tareas. Que done los juguetes, libros y ropa vieja a los más necesitados. Llévelo a visitar a alguien que esté necesitando compañía. Enséñele a compartir su merienda. Que limpie la mesa después del almuerzo. Que aprenda a cocinar galletas y luego las pueda compartir con otros. Que ceda el mejor asiento. Que la mejor tajada del almuerzo no crea siempre que es para él. Que escriba notas de agradecimiento y de afecto para sus compañeros y familiares. Que comprenda que hay hambre en el mundo y que su alimento no debe ir al basurero. Que se sensibilice con la necesidad de algún niño y esté pendiente de apoyarlo. Que siembre y cuide sus plantitas. Que esté pendiente del agua, el alimento y de sacar a pasear a su mascota. Que ayude a cargar las bolsa del mercado. Enseñe que los abuelitos necesitan mucho apoyo y compañía. Corten flores en el jardín y ofrézcalas al vecino. Permita que otros puedan escoger la película que verán. Que escriban sencillas notas expresando afecto. Llévelo a conocer espacios de menos recursos. Póngalo a hacer tarjetitas para ofrecerlas a alguien enfermo o de agradecimiento a sus maestros. Apadrinen juntos a una familia necesitada. En las fechas importantes como Navidad, haga hincapié en la generosidad y la solidaridad con los más desprovistos, que, en lugar de pedir y pedir, abran los ojos y el corazón hacia el dar.

Las opciones son infinitas y es en el hogar donde se siembra ese asidero. No pierda la oportunidad ni espere mucho, es ahora cuando hay que sembrar., 

Servir