¿Amamos Verdaderamente?

“Lo amo, pero quiero cambiarlo” “Puedes amarlo como es, pero moldéalo como quieres que sea” “Porque la amo, debo disciplinarla y ser dura con ella”

Esta son apenas unas pocas expresiones que suelo escuchar cuando nos referiremos al amor. Un tema que parece no tener fin en la cotidianidad o el consultorio, porque muchas veces no lo entendemos con claridad y otras nos aterra.

Amar es abrir espacios para la aceptación incondicional, poniendo atención al otro y alegrándonos por su bienestar. Este concepto dista mucho de ese “querer cambiar al otro”.

Desde nuestra ofuscación quizás creamos que “debo cambiarlo(a)” precisamente porque le amo”. Pero la cosa no es por allí. Cuando se nos dan hijos, también recibimos el mandato de guiarlos hacia la felicidad. Esto significa darles herramientas suficientes para conocerse, amarse, prepararse para enfrentar los retos de la vida, desde el amor. Pero antes de abocarnos en esa hermosa responsabilidad, hemos sido hijos nosotros también, tenido amigos y compañeros a lo largo de nuestras vidas y hemos establecido una relación de pareja.

Todas esas relaciones son expresiones del mismo amor y si no hemos sido formados desde allí, será difícil que tengamos la lucidez necesaria para darnos cuenta por qué algunas no han funcionado por más que hacemos un esfuerzo importante por lograr el éxito.

Si nos revisamos con atención, podemos muchas veces, visualizar en nosotros aquellos patrones con los que crecimos que, quizás, no sean buenos compañeros de camino. La rigidez, la necesidad de controlar, la creencia de que tenemos siempre la razón, los miedos, la lucha por poder y las desilusiones, no están acordes con lo que amar verdaderamente significa.

En estos días conversando con una buena amiga, me preguntaba sobre mi experiencia en este campo y tuve que confesar que me tocó aprender a fuerza de golpes. La ignorancia y la ofuscación pueden acompañarnos en muchas etapas de nuestras vidas y no es hasta que entendemos que el deseo es la génesis de todo sufrimiento, que comenzamos el proceso de sanar, elevar nuestro nivel de conciencia y aprender a vivir desde el verdadero amor.

No quiero cambiarte, quiero aceptarte. No me interesan tus rigideces, quiero acompañarte. No deseo que esto o aquello sea diferente, quiero disfrutarte y vivir la experiencia desde la empatía. No me enfoco en tus debilidades, te brindo una mano para que caminemos juntos y aprendamos el uno del otro. No tengo expectativas, solo quiero vivir intensamente el ser tu madre, tu maestra, tu amiga o tu pareja, cualquiera que sea la situación.

¡Así es muy hermoso comunicarse! Aceptando incondicionalmente al otro, atendiéndolo, gozándose con él(ella), enseñando, aprendiendo, guiando, escuchando, ofreciendo el apoyo necesario. El corazón se expande tanto que se siente que sale del pecho para abrazar, pues se crean lazos profundos, invisibles, misteriosos, que nos hacen sentir vivos.  

“¿Entonces no podemos corregir a nuestros hijos profesora?” – me preguntan. No, no es que no puedan corregir a sus hijos, es que deben hacerlo, pues la única manera de comprender la dinámica de la vida y de nuestras emociones, es enseñándola, es creciendo en sensibilidad, es siendo grandes en amor, para que podamos luego expresar esas virtudes anidadas en el corazón y con su enorme fuerza, poder ser cada vez mejores personas y expandir luz a nuestro alrededor. Lo que no debemos perder de vista al corregir, es que a la conducta del otro es a la que debemos poner atención, cuidando mucho de no herir a quien la manifiesta.

Es enseñando de solidaridad, respeto, entrega, altruismo, generosidad, belleza, suavidad, claridad, como formamos a un ejercito de seres elevados en sensibilidad y amor. Pero para enseñarlo, debemos estar atentos a si estamos amando de verdad o si solo estamos apegados al deseo de hacer del otro, lo que creo que debe ser. Abra esos espacios necesarios para la comunicación noble, útil, honesta. Escuche atentamente y con empatía. Comprenda el momento por el que el otro está pasando. No force la situación, no pierda la cordura, no actúe desde la rabia. Tome en cuenta que ese otro ser que tiene frente a usted siente, vive, tiene miedo, ama, tiene su propia individualidad y merece ser tratado con dignidad.

Comparte con tus amigos

[ssba-buttons]
¿Amamos Verdaderamente?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *