La Pobreza Tiene Cara

La pobreza es la cara de ese niño cuyos ojos hambrientos traspasan el alma cuando fija su mirada en nosotros. Es la cara del vecino que grita el hambre, la soledad y la enfermedad, sin decir una sola palabra. Es la cara de aquel que no encuentra sosiego ni alivio. Pero también, es la cara del que se deja llevar por la maldad y proyecta su mezquindad y su carencia rociándola por donde pasa.

¡Cuánta pobreza encuentro a mi alrededor! De los dos tipos. De esa que duele hasta lo más profundo por la carencia de lo que es básico para vivir, y aquella que, teniéndolo todo, se enquista en el corazón de los hombres.

Me pregunto ¿Cómo manejarse ante ambas caras? Por una parte, podemos poner atención al dolor ajeno y dar una mano al necesitado. Cuando se es sensible, esto no cuesta mucho esfuerzo, sin embargo, cuando hablamos de la “otra cara” de la pobreza, allí sí que es difícil actuar con ecuanimidad, sin angustia y con claridad de criterio.  

Viene entonces a mi el termino mezquindad, como la condición o cualidad de aquellas personas usureras, miserables, ruin, que no conocen de solidaridad y que todavía van más allá, cuando se entrelazan con la crueldad, sintiendo placer por el dolor del otro.

¡Qué fuerte! ¡Qué real!, ¡Qué vigente!

Quien no tiene un corazón generoso es mezquino y ruin. Y esto no solo tienen que ver con el que no es capaz de dar al necesitado, sino también, con aquel que viendo lo bello del otro, se empeña en destruirlo. Nuestro mundo está amenazado por la mezquindad, porque el corazón de muchos está enfermo de poder y ofuscación.

Hay personas mezquinas que no quieren que progreses, que tus éxitos le saben a hiel, que verte sonreír despierta sus más negros sentimientos y tenerlos cerca es una verdadera pesadilla.

Callamos muchas veces ante estos seres destructivos y hacerlo daña nuestro entorno e intoxica nuestro ambiente. Conseguir el equilibrio en cuanto a cómo manejarnos ante esta situación, no es fácil. Lo que si tengo claro, es que ante hechos miserables que atentan contra uno o contra otros, callar es un error y actuar es necesario.  

Cecilia de Roggero con su hermoso poema nos puede ayudar al menos a no ser mezquinos con nuestras palabras:

Hay palabras redondas como mundo, como hueco, como sol.

Hay palabras que acompañan, como luz, como perro, como sombra.

Hay palabras que lloran, como lluvia.

Hay palabras amargas, como tónico

y difíciles como lo siento.

Hay palabras grandotas como castigo o como grito.

Hay palabras que ríen como agua, como cirio

y hay palabras tristes como fin.

Hay palabras y palabras, las que se dicen, las que se callan.

Hay las que duelen,

Y las que alegran,

Y las que abren las puertas misteriosas.

Así que estimados lectores, pongamos atención para que nuestra habla sea noble, útil y honesta, solo con eso ya estamos haciendo algo por esta humanidad.

 

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