Hasta el Divorcio Puede Llevarse con Amor
Nos casamos un día con la ilusión y la ferviente creencia que será para toda la vida. Así nos lo enseñan desde pequeños.
Sin embargo, a veces las cosas no funcionan como lo tenemos previsto. Se escapan de nuestras manos muchas variables externas que son parte de nuestra realidad. Entre ellas, nuestra historia particular de vida y el hecho de que los seres humanos somos dinámicos y cambiamos a medida que vamos creciendo. Los intereses que tenía a los 18 años quizás ya no sean los mismos a los 30 y así, muchas circunstancias que marcan una evolución en cada uno, que podría determinar lo que hoy soy versus lo que ayer era.
Cuando una pareja decide optar por el divorcio, ojalá haya antes intentado resolver los problemas existentes por diferentes vías, buscando ese amor que un día los unió. Sin embargo, muchas veces a pesar de los intentos, se dan cuenta que ya no hay intereses en común, que no sienten amor el uno por el otro y que cada quien desea otra oportunidad para enfocarse en su presente y buscar armonía.
¡Que tristeza tan profunda puede generar una situación como esta! Podemos sentirnos perdidos completamente, en un túnel oscuro, desamparados y muy frágiles. A la soledad y la confusión se le suma el miedo a lo desconocido y estamos en una posición de total indefensión.

Una vez más, puedo asegurarles que luego de la tormenta viene la calma. Que este episodio en nuestras vidas también pasará y que recuperaremos el equilibrio temporalmente perdido. Sin embargo, para ello, debemos hacer un gran esfuerzo.
Actuar como adultos sensibles sería la opción deseable. Resolver y llegar a los acuerdos necesarios con madurez, dejando a un lado los deseos de venganza, la rabia, el dolor y la desesperación, sería ideal.
– “¿Cómo me pide eso profesora cuando me ha hecho sufrir esto y esto y también aquello y más allá de aquello?”
– ¡“Le voy a hacer lo mismo que me hizo a mi para que sepa cómo se siente!”
Estas y muchas otras expresiones que tienen su génesis en el odio y que las escucho con frecuencia, no son nutritivas, no nos permiten resolver ni enfocarnos en la búsqueda de la paz perdida.
Los adultos deben necesariamente resolver como adultos y esto incluye poner atención no solo a ellos como pareja que decidieron finalizar su vida en común, sino a los hijos, fruto de esa unión.

Los niños pueden sufrir terriblemente cuando estas circunstancias aparecen en sus vidas. En algunas ocasiones la dinámica diaria es tan fuerte entre papá y mamá, que hasta desean el quiebre de una vez por todas para que se acaben los gritos, las amenazas, los golpes, los insultos o incluso ese silencio tan terrible que se siente entre ambos. A otros, sin embargo, les cae como de sorpresa, pues la relación entre la pareja y la fantasía de los chicos, no les permitían ver la inminente ruptura.
Lo cierto es que es deber fundamental de todo adulto asegurar el equilibrio y la armonía de los niños, porque es derecho de éstos y porque lo merecen. No involucren a sus hijos en esta dura situación que le está tocando vivir. No los use de muletilla para vengarse del cónyuge. No les hable mal de su mamá o su papá. No los trate de ganar con objetos llamativos. No permita que sean la pelota de ping pong entre ese macabro juego vengativo, que a veces se crea y que sádicamente parece alimentarnos para hacer cada vez más daño. No amenace con separarlo de ella o de él. Ustedes son padres de esas creaturas, ambos merecen seguirlos amando y formando, los dos tienen la obligación de protegerlos y darles estabilidad hasta el fin de sus vidas.
Y esto solo puede lograrse cuando los adultos actúan con madurez emocional. Son ustedes quienes deben enfocarse en buscar la ayuda necesaria para encaminar este proceso y resolver lo mas pronto posible. Háblele a los hijos de lo que está sucediendo con sencillez y tranquilidad, conteniendo sus miedos y la tristeza que esto traerá temporalmente a sus vidas, pero dándoles el soporte y la seguridad de que todo pasará, de que no perderán a ninguno de sus padres, de que compartirán en espacios diferentes, pero que el amor hacia ellos queda intacto. Y no olvide liberarlos de toda culpa. Que quede muy claro que la ruptura entre sus padres no tiene nada que ver con ellos, su comportamiento, sus tremenduras o por descubrir «el sapo que escondieron en la despensa”.

Ya no serán pareja porque ustedes así lo han decidido, pero seguirán siendo padres hasta el último respiro de sus vidas. No se lo pierda. No se aleje de sus hijos por haber conseguido “llenar sus afectos con otra pareja y los hijos de ésta”, no les haga ese daño irreparable a sus muchachos. Ellos también serán esposos y padres en el futuro, no los condicione al fracaso desde pequeños. Sea usted un adulto maduro, responsable y sensible, porque de ello dependerá el éxito o el fracaso de sus hijos más adelante. Evite condicionarlos a una infancia llena de pesadillas y dolor. Son sangre de su sangre, protéjalos y deles lo mejor que pueda darles, el amor, el respeto y la aceptación incondicional que merecen.
Ponga orden en su nueva vida lo más pronto posible y ofrézcale a los muchachos lo mejor de usted. No prolongue la agonía y tenga siempre presente que ese ser que usted trajo al mundo es una de las más grandes bendiciones que ha recibido. Si el dolor profundo persiste en su corazón, si siente ira, miedo y deseos de vengaza que no puede contener, busque ayuda. Por su bien y el de todos en su familia y comunidad.
