Los Estados Mentales

Podemos de manera sencilla definir un estado mental, como la actitud con que enfrentamos la vida. Estos estados básicamente pueden ser de dos tipos: sabios y torpes.

Cuando recibo el día con una actitud de ecuanimidad, alegría y paciencia, entonces nuestro estado mental es sabio. Pero si, por el contrario, nos expresamos con odio, culpa, avidez o miedo, estamos en un estado mental torpe, que por supuesto nos lleva a actuar de manera muy negativa, trayéndonos mucho sufrimiento. 

Tenemos la libertad de optar por cultivar estados mentales sabios, dando apertura a la internalización de principios éticos y morales que nos permitan crecer en profundidad. O por el contrario, enfocarnos en estados mentales torpes que nos hacen adictos a una cantidad de sentimientos que se aferran tanto en nuestra mente, que pareciera que no podemos vivir sin ellos.

Los niños, por ejemplo, se hacen adictos desde tempranas edades, a las chucherías, los juegos de video, la TV, la necesidad de tener cosas, al mal humor, a llegar tarde a la escuela, mentir, a no cumplir con sus tareas, a ser dependientes, a agredir a otros de pensamiento, palabras y obras, entre muchas otras actitudes que abonan el terreno para posteriores adicciones mucho más perjudiciales.

También con frecuencia, podemos encontrar jóvenes y adultos adictos a sustancias tóxicas, que les impide actuar con armonía, así como es frecuente conocer a quienes se acostumbran al maltrato que, a pesar de ser desagradable, pareciera imposible ponerle un límite, porque ya se está adicto a estas sensaciones.

Para evitar llegar a este estado, lo ideal sería que desde pequeños, los niños tengan una guía saludable que les imbuya en este mundo de emociones. Personas que les enseñen a sentirlas e identificarlas, para no caer en las adicciones, que una vez que están anidadas en nuestra mente, son difíciles de vencer.

Para darle apertura a estos deseables estados mentales, debemos estar muy atentos a la dinámica diaria, para poder así entrar en quietud y tomar desde allí, las decisiones más saludables. 

Es necesario entonces aceptar que todos tenemos emociones negativas – avidez, ofuscación y odio – para así poder entender lo que pasa en nosotros y “escoger” la respuesta adecuada. Si decidimos dejarnos llevar por el odio o la avidez, seguiremos alimentando nuestras adicciones. Pero si, por el contrario, optamos por poner atención a lo que sentimos, aceptamos y reconocemos que son nuestras emociones negativas quienes nos están tentando, podremos contenerlas y poco a poco nuestra mente se entrenará para ser capaz de romper con los círculos adictivos, creciendo en profundidad y escogiendo lo mejor de lo que nos rodea sin hacernos daño, ni hacérselo a los demás. 

Es entonces un reto, entrenarnos para responder desde el amor, pues desde allí, podremos expresarnos con tolerancia, paciencia, generosidad, agradecimiento, fe, solidaridad, alegría, humildad y ecuanimidad. De esta manera creceremos en sensibilidad, dándonos cuenta de que existen otros a nuestro alrededor y que dando es como nos nutrimos del amor universal.

La realidad que nos ha tocado vivir en los últimos años es muy dura, pareciera que la paz está tan lejos que es imposible alcanzarla. Sin embargo, entrenarnos en el disfrute, la oración y el agradecimiento por las maravillosas cosas que cada día tenemos, abre nuestro entendimiento y nuestro corazón hacia una sensación de tranquilidad, a pesar de la tormenta.

Esto nos protege de la enfermedad y moldea nuestra personalidad. Si así lo enseñamos, mantendremos el sufrimiento en su más mínima expresión, por la paz y la felicidad nuestra y de los que amamos.

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